lunes, 10 de febrero de 2014

EL PROFESOR ALIEN, EXPERTO EN FARSAS DE CONTROL

EL PROFESOR ALIEN, EXPERTO EN FARSAS DE CONTROL

El profesor Alien, experto en farsas de control, es un hombre gris y como consecuencia discreto hasta la invisibilidad, sin el menor relieve, ni físico ni en cuanto a sus cualidades o defectos de carácter. Con cierta frecuencia suele ocurrirle que transcurren meses y meses sin que  nadie en su entorno se aperciba de su presencia, hasta que alguno, más avispado que el resto, o porque tropieza con él por casualidad, le descubre. Entonces, sorprendido, le suele preguntar cuánto tiempo lleva por allí y nadie se cree nunca su respuesta.

-¡Imposible! Lo hubiera visto. Nadie es invisible.

Por muy imposible que fuera le venía ocurriendo desde que años antes comenzara a impartir clases sobre farsas de control en la facultad de psicología de la universidad Mentis Galacticensis, donde fuera compañero y colega del profesor Cabeza Privilegiada.

Cuenta el anecdotario, ya convertido en mito o leyenda urbana, que estos dos egregios genios llegaron a chocar alguna vez por los pasillos, sin apercibirse el uno del otro, y siguieron caminos opuestos a la dirección que llevaban, sin ser conscientes de ello hasta que llegaron cada uno a la clase del otro y fueron acogidos con una rechifla general por los alumnos. También se cuenta que en cierta ocasión ambos rompieron sus gafas en el choque y se vieron obligados a pedir ayuda en los jardines, a donde llegaron, cada uno por su lado, y milagrosamente ilesos, sin haber chocado contra las paredes. Por último, es la anécdota más increíble, se dice que en cierta ocasión chocaron sus cabezas, como dos rebecos o cabras montesas en época de apareamiento y el golpe fue tan brutal que ambos dos terminaron en el hospital en estado de coma durante un par de días. Del que se recuperaron, gracias a Dios, porque de otra forma nuestra ciencia hubiera sufrido un gran descalabro.

Al parecer el profesor Alien fue contratado por correo por el decano de la facultad y nadie, ni siquiera sus alumnos, llegaron nunca a descubrir su presencia hasta que en un simulacro de incendio, con intervención de los bomberos locales, fue descubierto por un bombero ver una sombra extraña en el suelo del aula de sociología empírica. Fue llevado al hospital, creyendo que sufría un shock traumático o un síndrome por estrés postraumático y allí le tomaron la filiación, aunque luego se olvidaron de darle el alta y tuvo que salir por su propio pie y cuando le pareció oportuno. El decano sí que sufrió un espasmo y tuvo que ser tratado por estrés postraumático al enterarse de que un tal profesor Alien había estado dando clase a alumnos que ni siquiera fueron conscientes de que ya tenían profesor y éste les había examinado y cateado.  Al parecer mientras esperaban al nuevo profesor que no llegaba y que en realidad ya había llegado, se entretenían en tirarse pelotitas de papel que a veces desaparecían como por arte de magia, como otras cosas, tanto en su clase como en otras, apareciendo no deberían y desapareciendo cuando deberían estar. Esto generó otra leyenda urbana, la del fantasma de la universidad Mentis Galacticensis al que nadie podía ver pero que dejaba tras de sí un rastro de caos, desorden y amnesias muy preocupantes.

No puede, pues, resultar extraño que en la Torre de Babel nadie conociera su existencia hasta que el Sr. Buenavista, economista, buscando a todos sus habitantes para solicitarles la documentación, con el fin de iniciar los trámites para la creación dela nueva empresa multinacional que gestionaría el regalo de la fundación del millonario Slictik, se llevara una descomunal sorpresa al acceder a la biblioteca.

Pudo ver un gran montón de libros sobre una mesa, que parecían moverse solos y que proyectaban una sombra irregular y de todo punto imposible según las leyes físicas. Poniéndose con cuidado las gafas de cerca se fue aproximando con mucho cuidado, por si alguna rata hubiere trepado hasta allí desde el putrefacto sótano o desde cualquier otra planta, aún no limpiada, fregada y desinfectada por Candelaria, la limpiadora aria. Fue así coomo el Sr. Buenavista realizó el gran descubrimiento de su vida. Descubrió a un hombre gris, casi invisible, que parecía enfrascado en sus libros, como si no existiera nada más en el universo. Golpeando ligeramente uno de sus hombros, más que nada por ver si sufría una alucinación, se atrevió a preguntar, como quien pregunta al aire.

-¿Quién es usted?

-Soy el profesor Alien, experto en farsas de control.

-¿Y cuánto tiempo lleva aquí?

-Pues desde que se celebrara la fiesta de Nochevieja, más o menos.

-Curioso, nadie le ha visto, ni nadie que yo sepa, ha hecho el menor comentario sobre un nuevo personaje de Slictik que reclamara su derecho a formar parte de la nueva sociedad. Porque imagino que usted ha venido por el cheque. ¿Podría mostrarme su acreditación como personaje slictiano?

Toda la invisibilidad del personaje desapareció de pronto y con voz chirriante y muy enfadada exclamó:

-¡Pero qué se ha creído usted, j…¡Enséñeme usted la suya, so capullo!

Fue entonces y solo entonces que el Sr. Buenavista cayó en la cuenta de que ni él ni nadie tenía semejante acreditación y que allí podía colarse hasta el Papa, disfrazado de personaje de Slictik. La próxima vez que vea a ese maldito Slictik le pediré que me facilite una fotocopia de la lista de todos sus personajes. Y no estaría mal que nos expidiera a cada uno la correspondiente acreditación. Y tampoco estaría nada mal que hablara con CArl Future para que extreme las medidas de seguridad a la entrada y si es preciso que se ponga él mismo con un aparato que descubra a los farsantes que quieran entrar hasta la Torre de Babel, solo por la pasta gansa.  Debería inventar algo  que le permitiera saber quién es personaje, quién cliente que viene a una cita previa en algún despacho y quién un aprovechado.

El Sr. Buenavista le explicó la situación y le pidió que le ensañara la documentación habitual en estos casos, pasaporte, etc. El profesor Alien manifestó desconocer ser personaje, pero que si tenía que serlo para recibir su parte correspondiente, lo sería “ipso facto”.

-Cuál es su nombre real, no su apodo.

-Alien Alienado.

-¿Es una broma? Nadie se llama así.

-Pues ese fue el nombre que me pusieron mis padres.

-Usted no tuvo padres.

El Sr. Buenavista estaba realmente enfadado.

-¡Ah! ¿nooo? ¿De dónde cree usted que nací, de una semilla plantada por un extraterrestre?

-Pues no me extrañaría. Bueno, dejémoslo. ¿Tiene currículum?

El profesor Alien le hizo llegar una copia del mismo. Una vez tomada la filiación y los datos necesarios, el Sr. Buenavista se despidió con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba pensando en que también necesitaría su voto en la próxima asamblea constitutiva de la nueva sociedad. El Sr. Buenavista solo creía en el dinero, en lo que puede conseguirse con el dinero, en sus fluctuaciones y combinaciones, es decir en lo que el vulgo denomina economía y el profesor matemática divina. Por lo tanto del profesor Alien tan solo le interesaba una cosa: su voto.

Caminando hacia la puerta se sintió intrigado por lo que el dilecto profesor había llamado “farsas de control”. Seguramente no tendrían nada que ver con la economía, no obstante, por si acaso, se volvió para formular la pregunta. El Sr. Alien casi había regresado a su invisibilidad, como si el efecto mágico de la presencia del Sr. Buenavista se hubiera diluido.

-¿Qué son las farsas de control?

-Pues…

-Deje, deje, era solo curiosidad.

Algún tiempo después, tras haber leído el currículum, se enteraría de que en realidad los alumnos del profesor Alien tampoco llegaron a saber mucho sobre el tema. El decano de la facultad, que firmaba el documento, se limitaba a señalar a sus posibles contratantes que lo mejor, si deseaban saber algo al respecto, era que se lo preguntaran al propio interesado.  Una encuesta entre sus alumnos había llegado a la conclusión de que tan solo dos o tres, los más aplicados, tomaron alguna nota sobre la asignatura. Coincidían en una frase: “la farsa de control más complicada de llevar a efecto es la invisibilidad, solo los grandes genios en farsas de control, una materia en la que todos somos expertos,  son capaces de obtener éxito y pasar desapercibidos”. El resto de los apuntes eran experesiones deslavazadas y sin el menor sentido.

El Sr. Buenavista salió de labiblioteca y al girar a la derecha, su vista, agudizada por el esfuerzo de observar al profesor Alien, pudo notar algo extraño en el cuarto que utilizaban las limpiadoras para guardas sus útiles de limpieza. Se acercó y tras ponerse las gafas de leer y forzas mucho la vista, descubrió una plaquita en la que podía leerse: “Consulta del profesor Alien, experto en farsas de control”. Picado por la curiosidad empujó la puerta y entró.

El cuarto, diminuto, sin ventanas, aparecía relimpio y ordenado (una vez encendida la luz), ocupado tan solo por una pequeña mesa de despacho, un sillón para el profesor, una silla para el visitante y una estantería con algunos libros y que al mismo tiempo servía de archivados de expedientes. Sobre la mesa un libro abierto atrajo su atención. Ocupó el sillón y se puso a hojearlo, después de haber leído el título: “La novena revelación”, por James Ranfeld.

No tardó en encontrar una página donde se hablaba sobre las farsas de control. Continuó leyendo hasta conseguir enterarse de que al parecer el autor llamba así a determinados comportamientos o conductas de tipo chantajista y controlador que el ser humano utiliza con sus semejantes desde su más tierna infancia y sin las cuales la vida social sería tan pacífica como incomprensible. Cerró el libro de golpe y golpeó la mesa con el puño.

-¿Qué demonios me importan a mí las farsas de control! La mayoría de los personajes de ese idiota de Slictik están locos, tarados, les faltan tornillos… Creo que soy de los pocos que mantienen los pies en la tierra. ¿Qué me dicen del doctor Sun, obsesionado por el subconsciente colectivo; de ese Brunelli, que se cree gracioso y es más tonto que el que asó la manteca; ese John Smith, un asesino en serie que acabará con todos en cuanto se despierte; del Sr. Múltiple Personalidad y de todos los locos de Crazyworld, que el doctor Sun pretende traer a la Torre de Babel y permitir que formen parte de la sociedad gestora de los fondos que generosamente nos ha donado Slictik. ¿ Y el tal Milarepa, y ese Krosnamurti, que anda dando latigazos por los pasillos? Claro que sabaiendo cómo es Slictik, que está como un cencerro, mal podría abarre creado otros personajes… Claro que pensándolo bien, yo también debo ser uno de sus personajes… Conmigo se rompió el molde.

El Sr. Buenavista se levantó con brusquedad, pateó el sillón, pateó la mesa, apagó la luz y cerró la puerta dando un buen portazo. Luego se perdió por los pasillos, murmurando entre dientes como un descrito poseso.

Continuará.

EL PROFESOR ALIEN, EXPERTO EN FARSAS DE CONTROL

EL PROFESOR ALIEN, EXPERTO EN FARSAS DE CONTROL

El profesor Alien, experto en farsas de control, es un hombre gris y como consecuencia discreto hasta la invisibilidad, sin el menor relieve, ni físico ni en cuanto a sus cualidades o defectos de carácter. Con cierta frecuencia suele ocurrirle que transcurren meses y meses sin que  nadie en su entorno se aperciba de su presencia, hasta que alguno, más avispado que el resto, o porque tropieza con él por casualidad, le descubre. Entonces, sorprendido, le suele preguntar cuánto tiempo lleva por allí y nadie se cree nunca su respuesta.

-¡Imposible! Lo hubiera visto. Nadie es invisible.

Por muy imposible que fuera le venía ocurriendo desde que años antes comenzara a impartir clases sobre farsas de control en la facultad de psicología de la universidad Mentis Galacticensis, donde fuera compañero y colega del profesor Cabeza Privilegiada.

Cuenta el anecdotario, ya convertido en mito o leyenda urbana, que estos dos egregios genios llegaron a chocar alguna vez por los pasillos, sin apercibirse el uno del otro, y siguieron caminos opuestos a la dirección que llevaban, sin ser conscientes de ello hasta que llegaron cada uno a la clase del otro y fueron acogidos con una rechifla general por los alumnos. También se cuenta que en cierta ocasión ambos rompieron sus gafas en el choque y se vieron obligados a pedir ayuda en los jardines, a donde llegaron, cada uno por su lado, y milagrosamente ilesos, sin haber chocado contra las paredes. Por último, es la anécdota más increíble, se dice que en cierta ocasión chocaron sus cabezas, como dos rebecos o cabras montesas en época de apareamiento y el golpe fue tan brutal que ambos dos terminaron en el hospital en estado de coma durante un par de días. Del que se recuperaron, gracias a Dios, porque de otra forma nuestra ciencia hubiera sufrido un gran descalabro.

Al parecer el profesor Alien fue contratado por correo por el decano de la facultad y nadie, ni siquiera sus alumnos, llegaron nunca a descubrir su presencia hasta que en un simulacro de incendio, con intervención de los bomberos locales, fue descubierto por un bombero ver una sombra extraña en el suelo del aula de sociología empírica. Fue llevado al hospital, creyendo que sufría un shock traumático o un síndrome por estrés postraumático y allí le tomaron la filiación, aunque luego se olvidaron de darle el alta y tuvo que salir por su propio pie y cuando le pareció oportuno. El decano sí que sufrió un espasmo y tuvo que ser tratado por estrés postraumático al enterarse de que un tal profesor Alien había estado dando clase a alumnos que ni siquiera fueron conscientes de que ya tenían profesor y éste les había examinado y cateado.  Al parecer mientras esperaban al nuevo profesor que no llegaba y que en realidad ya había llegado, se entretenían en tirarse pelotitas de papel que a veces desaparecían como por arte de magia, como otras cosas, tanto en su clase como en otras, apareciendo no deberían y desapareciendo cuando deberían estar. Esto generó otra leyenda urbana, la del fantasma de la universidad Mentis Galacticensis al que nadie podía ver pero que dejaba tras de sí un rastro de caos, desorden y amnesias muy preocupantes.

No puede, pues, resultar extraño que en la Torre de Babel nadie conociera su existencia hasta que el Sr. Buenavista, economista, buscando a todos sus habitantes para solicitarles la documentación, con el fin de iniciar los trámites para la creación dela nueva empresa multinacional que gestionaría el regalo de la fundación del millonario Slictik, se llevara una descomunal sorpresa al acceder a la biblioteca.

Pudo ver un gran montón de libros sobre una mesa, que parecían moverse solos y que proyectaban una sombra irregular y de todo punto imposible según las leyes físicas. Poniéndose con cuidado las gafas de cerca se fue aproximando con mucho cuidado, por si alguna rata hubiere trepado hasta allí desde el putrefacto sótano o desde cualquier otra planta, aún no limpiada, fregada y desinfectada por Candelaria, la limpiadora aria. Fue así coomo el Sr. Buenavista realizó el gran descubrimiento de su vida. Descubrió a un hombre gris, casi invisible, que parecía enfrascado en sus libros, como si no existiera nada más en el universo. Golpeando ligeramente uno de sus hombros, más que nada por ver si sufría una alucinación, se atrevió a preguntar, como quien pregunta al aire.

-¿Quién es usted?

-Soy el profesor Alien, experto en farsas de control.

-¿Y cuánto tiempo lleva aquí?

-Pues desde que se celebrara la fiesta de Nochevieja, más o menos.

-Curioso, nadie le ha visto, ni nadie que yo sepa, ha hecho el menor comentario sobre un nuevo personaje de Slictik que reclamara su derecho a formar parte de la nueva sociedad. Porque imagino que usted ha venido por el cheque. ¿Podría mostrarme su acreditación como personaje slictiano?

Toda la invisibilidad del personaje desapareció de pronto y con voz chirriante y muy enfadada exclamó:

-¡Pero qué se ha creído usted, j…¡Enséñeme usted la suya, so capullo!

Fue entonces y solo entonces que el Sr. Buenavista cayó en la cuenta de que ni él ni nadie tenía semejante acreditación y que allí podía colarse hasta el Papa, disfrazado de personaje de Slictik. La próxima vez que vea a ese maldito Slictik le pediré que me facilite una fotocopia de la lista de todos sus personajes. Y no estaría mal que nos expidiera a cada uno la correspondiente acreditación. Y tampoco estaría nada mal que hablara con CArl Future para que extreme las medidas de seguridad a la entrada y si es preciso que se ponga él mismo con un aparato que descubra a los farsantes que quieran entrar hasta la Torre de Babel, solo por la pasta gansa.  Debería inventar algo  que le permitiera saber quién es personaje, quién cliente que viene a una cita previa en algún despacho y quién un aprovechado.

El Sr. Buenavista le explicó la situación y le pidió que le ensañara la documentación habitual en estos casos, pasaporte, etc. El profesor Alien manifestó desconocer ser personaje, pero que si tenía que serlo para recibir su parte correspondiente, lo sería “ipso facto”.

-Cuál es su nombre real, no su apodo.

-Alien Alienado.

-¿Es una broma? Nadie se llama así.

-Pues ese fue el nombre que me pusieron mis padres.

-Usted no tuvo padres.

El Sr. Buenavista estaba realmente enfadado.

-¡Ah! ¿nooo? ¿De dónde cree usted que nací, de una semilla plantada por un extraterrestre?

-Pues no me extrañaría. Bueno, dejémoslo. ¿Tiene currículum?

El profesor Alien le hizo llegar una copia del mismo. Una vez tomada la filiación y los datos necesarios, el Sr. Buenavista se despidió con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba pensando en que también necesitaría su voto en la próxima asamblea constitutiva de la nueva sociedad. El Sr. Buenavista solo creía en el dinero, en lo que puede conseguirse con el dinero, en sus fluctuaciones y combinaciones, es decir en lo que el vulgo denomina economía y el profesor matemática divina. Por lo tanto del profesor Alien tan solo le interesaba una cosa: su voto.

Caminando hacia la puerta se sintió intrigado por lo que el dilecto profesor había llamado “farsas de control”. Seguramente no tendrían nada que ver con la economía, no obstante, por si acaso, se volvió para formular la pregunta. El Sr. Alien casi había regresado a su invisibilidad, como si el efecto mágico de la presencia del Sr. Buenavista se hubiera diluido.

-¿Qué son las farsas de control?

-Pues…

-Deje, deje, era solo curiosidad.

Algún tiempo después, tras haber leído el currículum, se enteraría de que en realidad los alumnos del profesor Alien tampoco llegaron a saber mucho sobre el tema. El decano de la facultad, que firmaba el documento, se limitaba a señalar a sus posibles contratantes que lo mejor, si deseaban saber algo al respecto, era que se lo preguntaran al propio interesado.  Una encuesta entre sus alumnos había llegado a la conclusión de que tan solo dos o tres, los más aplicados, tomaron alguna nota sobre la asignatura. Coincidían en una frase: “la farsa de control más complicada de llevar a efecto es la invisibilidad, solo los grandes genios en farsas de control, una materia en la que todos somos expertos,  son capaces de obtener éxito y pasar desapercibidos”. El resto de los apuntes eran experesiones deslavazadas y sin el menor sentido.

El Sr. Buenavista salió de labiblioteca y al girar a la derecha, su vista, agudizada por el esfuerzo de observar al profesor Alien, pudo notar algo extraño en el cuarto que utilizaban las limpiadoras para guardas sus útiles de limpieza. Se acercó y tras ponerse las gafas de leer y forzas mucho la vista, descubrió una plaquita en la que podía leerse: “Consulta del profesor Alien, experto en farsas de control”. Picado por la curiosidad empujó la puerta y entró.

El cuarto, diminuto, sin ventanas, aparecía relimpio y ordenado (una vez encendida la luz), ocupado tan solo por una pequeña mesa de despacho, un sillón para el profesor, una silla para el visitante y una estantería con algunos libros y que al mismo tiempo servía de archivados de expedientes. Sobre la mesa un libro abierto atrajo su atención. Ocupó el sillón y se puso a hojearlo, después de haber leído el título: “La novena revelación”, por James Ranfeld.

No tardó en encontrar una página donde se hablaba sobre las farsas de control. Continuó leyendo hasta conseguir enterarse de que al parecer el autor llamba así a determinados comportamientos o conductas de tipo chantajista y controlador que el ser humano utiliza con sus semejantes desde su más tierna infancia y sin las cuales la vida social sería tan pacífica como incomprensible. Cerró el libro de golpe y golpeó la mesa con el puño.

-¿Qué demonios me importan a mí las farsas de control! La mayoría de los personajes de ese idiota de Slictik están locos, tarados, les faltan tornillos… Creo que soy de los pocos que mantienen los pies en la tierra. ¿Qué me dicen del doctor Sun, obsesionado por el subconsciente colectivo; de ese Brunelli, que se cree gracioso y es más tonto que el que asó la manteca; ese John Smith, un asesino en serie que acabará con todos en cuanto se despierte; del Sr. Múltiple Personalidad y de todos los locos de Crazyworld, que el doctor Sun pretende traer a la Torre de Babel y permitir que formen parte de la sociedad gestora de los fondos que generosamente nos ha donado Slictik. ¿ Y el tal Milarepa, y ese Krosnamurti, que anda dando latigazos por los pasillos? Claro que sabaiendo cómo es Slictik, que está como un cencerro, mal podría abarre creado otros personajes… Claro que pensándolo bien, yo también debo ser uno de sus personajes… Conmigo se rompió el molde.

El Sr. Buenavista se levantó con brusquedad, pateó el sillón, pateó la mesa, apagó la luz y cerró la puerta dando un buen portazo. Luego se perdió por los pasillos, murmurando entre dientes como un descrito poseso.

Continuará.